Ficción brevis



Ornitorrincos predadores



A veces no tenía nadie para ir a dormir, entonces, esas veces, buscaba sitios, refugios, minutos para ir a acomodar los sueños que le bajaban por el pelo y se le escapaban por la boca. 

No tenía memoria de la última vez que un sueño se le fue siguiendo a una enorme codorniz que de tan grande parecía un ornitorrinco y entonces el sueño pequeñito que se paseaba por sus hombros, tenía que advertirle y hasta gritarle para que no persiguiera ornitorrincos vestidos de codornices. No había caso, una y otra vez, junto con los sueños se le escapaba la memoria.

Pero había veces en que todos estaban a la hora de dormir y lo difícil era entonces escoger donde soltar sus sueños y acomodar el pelo que le hervía de tanto tráfico y acomodar la boca para no despertar a nadie. 

Esas veces, cuando después de muchas dudas, elegía el lugar correcto o simplemente el que parecía más acogedor, los sueños desfilaban y se fiaban de sí mismos, se aplaudían, gritaban y sonreían. Pero el ornitorrinco siempre acechaba, aprovechándose del tráfico incesante de sueños a los que les faltaba memoria.

Sirena austral

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